Las ranas son verdes, los tomates son rojos y los patitos son amarillos. Estas son el tipo de certezas fundamentales sobre el color que desde muy temprana edad aprendemos con canciones infantiles, cuentos y cartillas para pintar: el color es intrínseco al objeto.
Por más fundamentales y universales que estas verdades parezcan, fueron el centro de atención en el trabajo del artista franco-venezolano Carlos Cruz-Diez (Caracas, 1923 – París, 2019), quien se puso en la tarea de explorar el mundo, cuestionar los fenómenos que lo rigen, y revolucionar el tipo de representación artística que de allí emerge. Es en esta dimensión que la obra de Carlos Cruz-Diez no solo se destaca, sino que representa una transformación fundamental de las bases de percepción con las que entendemos nuestro entorno.
En El color que acontece se expone, a través de obras pertenecientes a cinco líneas de investigación que desarrolló a lo largo de su carrera, que Cruz-Diez planta una semilla de duda a esas verdades que hemos asumido toda la vida. Cada una de sus obras vibra y se desenvuelve de manera casi inverosímil ante nuestros ojos, exponiendo una verdad tanto fascinante como reveladora: el color es algo momentáneo, circunstancial y fugaz. Más que una certidumbre, es un acontecimiento.